jueves, 13 de junio de 2013

Los 35 kilómetros de la VCUF ya son historia... ¡Espectacular!

En la línea de llegada con Gerard tras 35 kilómetros durísimos
Voy a ser claro desde el principio. Llevaba muchísimo tiempo esperando este fin de semana. ¿Por qué? Pues porque el día 9 de junio se disputaba la Cursa de Muntanya de la Cerdanya, incluida dentro de la Volta Cerdanya Ultrafons. Una carrera de montaña de 35 kilómetros que recorría los parajes de la Cerdanya. Y me hacía ilusión correrla pues allí es donde paso todos los años el mes de agosto y muchos fines de semana. Un lugar, sin duda, especial.

En los últimos años ha habido un boom bastante espectacular de las carreras de montaña, y yo, también me he enganchado. Pasar horas por senderos estrechos, caminos por dentro del bosque y subiendo a alguna que otra cima es algo que atrae. Y si es corriendo, aún más. Así que Gerard y yo nos apuntamos. Teníamos otro aliciente, y es que no todos los domingos se puede correr en la misma carrera que Kilian Jornet. Por mucho que nos sacara más de una hora, la motivación estaba ahí.

Momentos antes de la salida
El domingo tuvimos que madrugar. La salida era a las 8 de la mañana en Alp y en estas carreras, la alimentación es importantísima. Plato de pasta para desayunar y bien abrigados, dirección a Alp para calentar antes de la salida. Y es que tal como nos dijeron en el briefing del sábado, la temperatura en la cota más alta rondaría los cero grados ¡en pleno mes de junio! Así que con una térmica y la chaqueta de ciclismo, estábamos preparados para sufrir y disfrutar en la Cursa de Muntanya de la Cerdanya. Disparo de salida y mucha calma, por delante nos esperaban más de cuatro horas de carrera.

Salida de la CMC desde Alp
Los primeros metros fueron neutralizados hasta que cogimos un camino rural. Aún así, al ser más de 400 corredores, se formaron algunos tapones. Charcos, prados, alambradas, y algún que otro riachuelo en los primeros kilómetros a un ritmo tranquilo. Quedaba mucha carrera y no teníamos ninguna prisa. Y aún menos sabiendo que el tramo duro de la carrera eran los primeros 11 kilómetros hasta el Cap de la Comella, con un desnivel positivo de 1.100 metros. Subimos paralelos al río que baja de la Molina, por unos senderos espectaculares entre el bosque. Hacia el kilómetro 4 empezaba a picar la subida. Caminar y correr. Y adelantar a corredores que se lo tomaban con mucha calma. Venía el tramo de subida más duro.

Con la mente en el primer avituallamiento, situado en el Telecabina Alp 2.500, empezamos a subir con rampas muy pronunciadas. Pero no lo sabíamos y quedaba lo peor. Con Gerard siempre corremos juntos en las carreras por montaña. Son largas y lo mejor es ir dando relevos y que vaya tirando un rato uno y un rato el otro. Así llegamos al primer avituallamiento. Bastante enteros física y mentalmente ya que quedaban pocos kilómetros de subida. Aquarius, agua y frutos secos para coger energía y afrontar el último tramo hasta el Cap de la Comella. Además, me tomé un gel consciente de que era el momento de máximo sufrimiento.



Subiendo al Cap de la Comella
¡Menudas rampas! La subida hasta el Cap de la Comella fue especialmente dura, con unos senderos prácticamente verticales. Imposible correr. Este es el momento que más me gusta de las carreras de montaña. Los corredores nos animamos los unos a los otros, al fin y al cabo, el objetivo de la gran mayoría de los que nos apuntamos es llegar a la meta. Después de más de una hora y media llegábamos al avituallamiento del Cap de la Comella, en el kilómetro 11 de la carrera y a 2.100 metros de altitud. Hacía mucho frío y viento, e incluso había zonas nevadas en pleno mes de junio. En el avituallamiento era importante hidratarse y comer algo sólido para poder acabar entero la carrera. Los voluntarios, en todos los avituallamientos, increíbles. Es una labor desinteresada y que los corredores agradecemos mucho porque son vitales para el desarrollo de la carrera.

En el Cap de la Comella a 2.100m
Después de comer y beber, tocaba bajar. Y bajar por una pista de esquí roja, con piedras y mucha niebla. Con el tute de la subida en las piernas, bajar no era fácil. Llegamos al Roc Blanc y de allí seguir bajando por unos barrancos y senderos hasta la estación de tren de la Molina. Antes, pasamos por otro avituallamiento. Vital hidratarse bien y comer un poco.

Bajando por el Roc Blanc, con la niebla como protagonista

















Desde el pueblo de la Molina, teníamos la segunda y última subida fuerte hasta el Plà de les Forques. Otra vez, tocaba regular para que el cuerpo no petase. Subida combinando trote fácil y caminar hasta que nos adentramos de lleno en el Plà de les Forques. Allí sí que se podía correr a un ritmo más constante, pero las fuerzas iban en descenso… Por suerte teníamos un avituallamiento más antes de bajar a Vilallobent. Los paisajes de la Cerdanya sin duda que son espectaculares, y a todo aquel que le guste correr por la montaña, le recomiendo esta carrera. La mejor que he hecho hasta ahora.

Después del avituallamiento quedaba un tramo de llano que enlazaba con un sendero hasta Vilallobent. La noche anterior había llovido así que ya nos podemos imaginar cómo estaba el sendero… Estrecho, lleno de barro y con charcos. Íbamos saltando rocas, esquivando árboles, cruzando algún que otro riachuelo y las bambas ya estaban empapadas. Pero bajar por esos senderos es lo que más me gusta, sin duda, muy acertado por parte de la organización. Por suerte el tiempo había aguantado y no nos había llovido prácticamente nada durante toda la carrera.


Sin saber que nos quedaba lo peor, llegamos a Vilallobent. Ultimo avituallamiento y poníamos dirección hacia Puigcerdá. Lo que no nos esperábamos es que tuviéramos que recorrer casi cinco kilómetros por asfalto antes de llegar a la línea de meta. Se hicieron eternos, ya casi sin poder correr y animándonos entre los corredores para llegar. Siempre con Gerard, apretamos el último tramo: escaleras y subidas hasta la plaza del Campanario. Pero allí estaba la meta…

Llegando a la meta, bravo el público
Meta y medalla tras 35 kilómetros
Por fin. Después de los 35 kilómetros más duros de mi vida, ya estábamos en meta. ¡Qué pasada! Todo el sufrimiento se acababa allí, con una medalla de finisher de la carrera para el recuerdo. Poco más de 4 horas para completar 35 kilómetros y 1.600 metros de desnivel positivo, con un componente que hacía a la carrera, más dura si cabe: el recorrido estaba entre los 1.100 y los 2.100 metros de altura sobre el nivel del mar.



Lo mejor, acabar con el momento "recovery", vital

Y una vez cruzada la línea de meta, a comer, beber y recuperarnos del esfuerzo. Ah, y vital un masaje al acabar la carrera. Todavía me duelen las piernas y el ritmo de entrenos ya lo recuperaremos el domingo con la bici. Y es que desde que acabé la carrera prácticamente no he entrenado. Mejor, recuperase bien es fundamental para seguir sumando.

¡Vamos!


Pablo

4 comentarios:

  1. Muy buena la redacción de la experiencia! Yo también corrí la CMC y la verdad que espectacular... Aunque tardé un poco más que vosotros ;)
    Muy bien, cracks!!!!!! Felicidades!

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    1. Gracias! sin duda, espectacular! el año que viene volveremos! jajajaj ;) lo importante es llegar y disfrutar, siempre! Un saludo!

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  2. ¡Muy buena crónica Pablo! Enhorabuena por haber formado parte de una experiencia así. ¡Un saludo!

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    1. ¡Muchas gracias! Espero volver a formar parte el año que viene también. ¡Un saludo y hasta el año que viene!

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