miércoles, 15 de mayo de 2013

Una maratón de montaña... ¡por error!

Entrando en meta ¡satisfacción máxima!

42 kilómetros, 5 horas 15 minutos y 1890 metros de desnivel positivo. Con esos datos en el reloj cruzaba el domingo la meta de la Dolmen Race, una carrera de trailrunning que discurría por los caminos y senderos del Parc Natural del Montnegre i el Corredor. Con salida y llegada en el pueblo de Sant Andreu de Llavaneras, me pareció una prueba excelente para debutar en una carrera por la montaña. Y cómo no, debuté con Gerard, con quien comparto la gran mayoría de kilómetros corriendo por Collserola.

Con la mirada puesta en los 35 kilómetros de la Cursa de Muntanya de la Cerdanya (CMC) del próximo 9 de junio, nos apuntamos para descubrir sensaciones y hacer kilómetros por la montaña con un dorsal. Estaba inscrito en la carrera de 26 kilómetros, una distancia idónea para preparar la CMC y ver en qué estado la podría acabar. Pero como ya he dicho antes… ¡acabé la carrera con 42 kilómetros en las piernas! Todo tiene una explicación…

El domingo empezaba con madrugón. El despertador sonaba a las 5 de la mañana para poder llegar a la salida de la carrera a las 8:30, habiendo desayunado antes. En la zona de recogida de dorsales, como es habitual en muchas carreras, me encontré al periodista de TV3, Xavi Bonastre. Estuvimos charlando un rato del Godó y de la carrera que daba salida en breves momentos, la Dolmen Trail Race de 47 kilómetros. Yo hacía la de 26 con Gerard, y Bonastre la de 14,76 kilómetros. Gran variedad para todos los niveles, algo que me parece excelente.

Al inicio nos las prometíamos felices
Era una experiencia nueva para buscar sensaciones y por tanto, el ritmo que debía llevar era desconocido. Así que empezamos fuertes por los primeros tramos de pista a poca distancia de los líderes. Para que esté yo cerca de los líderes, el nivel era bastante bajo… Así que como las sensaciones eran buenas, mantuvimos el ritmo relativamente alto. El primer punto importante de la carrera era la cima del Montalt, con más de 500 metros de altura y que cerraban la primera fase de 8 kilómetros de la salida. Las sensaciones subiendo eran muy buenas, y ya quedaban menos de 20 kilómetros para llegar. O eso pensaba yo sin saber lo que nos iba a pasar más adelante.

Después del Montalt, empezamos a bajar por unos senderos muy técnicos, donde si te despistas, acabas en el suelo. Máxima concentración para bajar rápido pero seguro, entre piedras y raíces. Ahí fue donde empecé a notar dolor en la barriga por el isotónico que había tomado en el primer avituallamiento. Aminoré el ritmo para llegar bien al siguiente, en el punto más alto de la carrera: la ermita del Corredor. Y allí, en el kilómetro 14, empezó el lío…

Al salir del avituallamiento, había dos caminos, y ninguno indicado con las cintas que sí habían marcado todo el recorrido desde la salida. Iba en el grupo de los primeros, y erróneamente todos nos dirigimos por el camino equivocado. Según comentaron después de la carrera, parece ser que un gracioso se dedicó a quitar las cintas. Y todos, nos equivocamos y nos fuimos por el otro camino. Al principio ningún problema. Todo era tramo de bajada, pero las dudas seguían en el grupo. Parábamos y seguíamos corriendo.

Perdidos buscando el sendero correcto
Llegó un momento que lo que nos estaba pasando no era normal. Y se impuso la cordura. En el dorsal, había un par de números de teléfonos de emergencia así que decidí llamar. El primero, contestador. El segundo sí que respondió. Le comenté al organizador que 15 corredores estábamos perdidos después de seguir un camino sin indicaciones. Corríamos un rato y volvíamos a llamar. Pasamos por un repetidor, una masía, y diferentes senderos hasta que por fin, llegamos otra vez a la ermita del Corredor con 23 kilómetros en las piernas.

Allí estaba Sandro, el organizador, que nos explicó el problema y nos dio un par de soluciones. Los que quisiéramos podíamos acabar la vuelta por el circuito establecido y hacer más distancia de la establecida o sino, bajar a la zona de llegada en coche o corriendo por los senderos de la subida. La verdad que la organización muy bien, solucionando cuanto antes pudieron el problema y dándonos diversas alternativas.

Total que, ni cortos ni perezosos, Gerard, dos corredores más y yo, decidimos seguir y acabar el circuito original sabiendo que acabaríamos con muchísimos kilómetros y seguramente con dolor en las piernas y rampas. Pero el miedo ante lo desconocido es lo que te hace aventurarte a descubrirlo. Y sin duda, probarlo fue la mejor opción.

Ahí empezaba otra nueva carrera, ya no contra el crono sino que contra uno mismo. Por delante, cerca de 18 kilómetros con mucho desnivel aún por superar. El primer tramo tenía bastante bajada, hacia un llano donde había un dolmen y un mirador. Y, casualidades de la vida, bajando por un sendero nos cruzamos con Ricard Martí, que había sido profesor nuestro en La Farga. Ya quedaba menos para llegar…

Cabizbajo, llegando al kilómetro 35...
Sufriendo en los últimos kilómetros
Bajando por senderos empinados aunque no muy técnicos, enlazamos con otro chico que hacía el circuito largo y que conocía la zona. Nos dijo que faltaba poco, lo típico que dicen para engañar a la mente porque faltaban más de 10 kilómetros para acabar. Y encima estábamos en una subida que no picaba pero era muy constante. Ahí es donde empiezas a ver que la cabeza es la que está empujando. ¡Qué duro!

Llegamos al penúltimo avituallamiento justos de fuerzas. Era vital afrontar los últimos 8 kilómetros con fuerzas, así que una buena dosis de agua y azúcar para hacer los últimos kilómetros era vital. Quedaba mucha bajada, y ya a unos ritmos muy lentos. Poco a poco, y con Gerard ya dolorido muscularmente, fuimos bajando con unas vistas espectaculares. Ya veíamos el mar, quedaba poco.

¡P'allá no, p'alla!
Con el mar de fondo, ¡quedaba menos!
Correr y caminar. Esa fue la tónica de los últimos kilómetros hasta la llegada. Y bueno, un susto que dio Gerard cuando le pegó una rampa de esas que hacen historia. En el kilómetro 40, se tiró al suelo con el gemelo enrampado. Descansamos y bajamos trotando lo que quedaba hasta llegar a la meta. Uf… menuda sensación tan espectacular. Después de más de 5 horas volvíamos a estar en la zona de la llegada. ¡Qué satisfacción tan increíble y qué dolor de piernas!

Creo que las caras lo dicen todo...
Sin quererlo, habíamos acabado una maratón por montaña. Y ahora que lo pienso en frío, siento que es una barbaridad. Pero súper satisfecho de haberla hecho. Y con ganas de descansar ahora un poco para poder afrontar la Cursa de Muntanya de la Cerdanya de 35 kilómetros con garantías y ganas de disfrutar aún más. No acabo sin decir que el masaje que me dieron en la llegada ha sido vital para estar bien esta semana. Gran carrera. El año que viene volveré para hacer la maratón oficialmente. Felicitar desde aquí a la organización por el esfuerzo y por superar las dificultades, en especial a Sandro y Caranord.

¡Seguimos preparando la CMC!

Pablo 

4 comentarios:

  1. Felicidades por terminar... Ha sido un buen entreno para la Cerdanya.

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    1. Muchas gracias! Espero que sí, a ver si llego bien para la Cerdanya ir a tope! Un saludo!

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  2. Sous uns cracks!!! Jo estava al Corredor d'avituallament i sempre tenieu un somriure a la boca tots dos. Falta gent com vosaltres, continueu així!!!

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    1. Moltes gràcies!!!!! Ja m'en recordo de tu! Faltaria mes, si en aquests moments difícils econòmicament no es va per la vida amb ganes i alegria, malament anem! Gràcies a vosaltres pel voluntariat, sense vosaltres seria impossible! Animsssss i amuunt sempre amuuunt! una abraçada!

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